¿No te gusta la Navidad? Pues lo tienes crudo. | mielina
Se acercan las fechas navideñas, esos días en los que visten las calles más bonitas y luminosas, suenan canciones acompasadas de agudas campanitas, nos sorprende algún que otro "amigo invisible" y hacemos hueco para meter un árbol dentro de casa
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¿No te gusta la Navidad? Pues lo tienes crudo.

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Se acercan las fechas navideñas, esos días en los que visten las calles más bonitas y luminosas, suenan canciones acompasadas de agudas campanitas, nos sorprende algún que otro «amigo invisible» y hacemos hueco para meter un árbol dentro de casa.

Pero no digamos que la Navidad nos ha pillado desprevenidos, porque las tiendas llevan ya con sus estanterías repletas de turrones, polvorones y mazapanes varios desde octubre (por cierto, ya va siendo hora de deshacernos de los que sobraron de las Navidades pasadas, armémonos de valor). Los anuncios emotivos para hacernos soltar alguna lágrima hace más de un mes que se han colado entre nuestra programación favorita. Y, por supuesto, llevamos ya varios días de «Ya es Navidad en el Corte Inglés».

Las marcas se dan «codazos» para salir durante el Prime Time en la televisión, los chiquiprecios se quedan sin el «chiqui», los precios de los langostinos se disparan y las administraciones de lotería se llenan de gente por eso de «¿y si toca?».

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No olvidemos que, en estas fechas, no pueden faltar las cenas de empresa, esas en las que previamente y como cada año, nos surgen las mismas dudas: «¿no pruebo el vino para comportarme como es debido?», «y si no lo pruebo, ¿cómo aguanto yo semejante panorama?».

Eso sí, no podemos pasar por alto la cantidad de mensajes preciosos que llenan nuestro Whatsapp y nuestros perfiles en las redes sociales. Mensajes con los mejores deseos, con vídeos de gatos y perros disfrazados de Papá Noel, con estrellas parpadeantes acompañadas de frases melancólicas y villancicos pegadizos y, si son lacrimógenos, mejor.

-«¡Mira que bonito mensaje me manda!»

-«¿Y quién es?»

-«Ni idea, la he visto dos veces en mi vida pero, ¿a qué es emotivo?»

Es que nos llenamos de buen rollo, eso sí. Nos ponemos cariñosos y hasta más creativos. Nos atrevemos a hacer recetas de comida que ni se nos pasarían por la cabeza en todo el año. Disfrutamos decorando la casa y hasta hacemos manualidades si hacen falta para añadir algún detalle nuevo en el Belén.

En diciembre nos venimos arriba con los «no necesito esto pero…¡es que es Navidad!» y los «ya no debería comer más de eso pero…¡es que es Navidad!».

Las tradiciones nos envuelven, nos marcan y nos vuelven a marcar, como los peces en el río que beben y beben. ¿Que cada año nos hemos bebido el champán con algo de oro dentro de la copa?, pues este año no será menos. ¿Que llevan toda la vida explicándonos la diferencia entre los cuartos y las campanadas en Nochevieja y, aún así, nos seguimos confundiendo? este año también.

He de decir que si no te gusta la Navidad, lo tienes crudo porque está por todas partes. Las calles huelen diferente, los colores verde y rojo se meten de lleno en tu cerebro, gente que lleva años sin hablarte te contacta para mandarte sus mejores deseos, los anuncios de jamón cocido o de la lotería quieren tocarte la fibra y el bolsillo tirita cuando sales de casa. Pero también puedes dejarte impregnar por estas pequeñas costumbres, manías y disfrutar lo mejor que puedas de estas fechas.

Y no, no soy el Grinch, lo prometo. Solo soy la otra parte del binomio «Mielina» y os deseo una Feliz Navidad.

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